Como se hace un científico
Mientras escribo este texto, ni siquiera se si lo voy a publicar. La verdad es que he empezado diferentes artículos sobre los temas más diversos y, aunque esto se llame Docta Ignorancia, me gusta tener cierta base y rigor en lo que escribo. Por ello, en este artículo, me voy a dedicar a investigar menos y a hablar tanto desde mi experiencia personal, como desde la experiencia de algunos amigos.
Ingredientes
Lo primero que se necesita para hacer un científico es una persona curiosa y con ganas de aprender. Me refiero a una persona que se pregunta por el funcionamiento de las cosas. Podemos decir que es la componente principal del científico, pero que no es exclusiva de los científicos. Lo que quiero decir es que, si conoces a un niño con esa curiosidad, podría ser científico de mayor.
Hay otras características para que un niño se pueda convertir en un buen científico, pero las considero menos importantes. Estoy hablando de cosas como la inteligencia. Personalmente, creo que ser inteligente no es determinante para ser científico, aunque no hay que negar que ayuda. Quizá, más importante que la inteligencia sea la creatividad. Sí, la creatividad. La misma creatividad de un artista porque, lo reconozcamos o no, el trabajo de un científico tiene mucho de arte, como veremos más adelante.
Curiosidad y creatividad. ¿Algo más? Pues… quizá, la paciencia y la perseverancia ayuden. Se ha dicho que la paciencia es la madre de la ciencia. La perseverancia, el no darse fácilmente por vencido, es importante también.
Preparando los ingredientes
Una persona curiosa, creativa y perseverante hacen un ingrediente de calidad para preparar a un buen científico o científica. Pero este ingrediente hay que macerarlo en espíritu crítico. Sí, una persona puede ser muy creativa, pero un científico tiene que ser capaz de cuestionarse a sí mismo. Tiene que ser capaz de renunciar a su propia obra si no le ha salido bien. A lo mejor no es necesario renunciar a ella y es suficiente con algún retoque. Lo cierto es que, una vez presentada la obra al resto de científicos, otros serán los que extraigan los defectos. ¿Por qué? Porque a los científicos nos encanta buscar errores en el trabajo de los otros, no vaya a ser que los otros se lleven un mérito inmerecido y no nosotros, que lo hemos hecho tan bien.
La diferencia entre un artista y un científico estriba en quién decide el éxito de sus obras. En el caso del artista, es su público. En el caso de un científico es la naturaleza. Así se explica que hipótesis que fueron inicialmente rechazadas por los científicos acaben imponiéndose como teorías bien asentadas. La ciencia no es una democracia. La ciencia vive la dictadura de la naturaleza.
A fuego lento
Este ingrediente debe de calentarse lentamente para que absorba los demás ingredientes necesarios para un buen científico.
En el caldo en el que se va cocinando la persona curiosa, creativa, perseverante y macerada en espíritu crítico tiene que haber, sin lugar a dudas, matemáticas.
No estoy hablando de sumas restas, ecuaciones, derivadas e integrales, que también. Estoy hablando de deducciones lógicas. Estoy hablando de llegar, por uno mismo, a unas conclusiones válidas en base a unas premisas que asumimos correctas. Estoy hablando de seguir un razonamiento y saber encontrar sus fallos. La matemática es un conjunto de deducciones y entrenarse en esas deducciones es importante para interiorizar los procesos de razonamiento que necesitaremos después.
Pero hay una parte de la matemática sin la que es imposible hacer ciencia: la estadística. Y no, la estadística no es esa disciplina que dice que, si yo me como dos pollos y tú ninguno, entonces, nos hemos comido un pollo cada uno. Quedarse en eso es como despreciar el peligro de un iceberg juzgando su tamaño por lo que asoma sobre el agua. La estadística tiene dos partes: la descriptiva y la inferencial. La primera nos permite simplificar la realidad para que la podamos entender mejor. La inferencia es la herramienta fundamental en ciencia que nos permite rechazar o aceptar provisionalmente las hipótesis.
Al margen de las matemáticas, está la experimentación. Cuando estamos en ESO o bachillerato, nos explican las conclusiones más relevantes a las que han llegado los diferentes campos de la ciencia. Cuando vamos a la universidad, nos explican los procedimientos mediante los cuales se ha llegado a esas conclusiones. Aprendemos a entenderlos y a verificar por nuestra propia experimentación, que esas leyes que nos cuentan son reales. No, no nos basta con que nos digan que la fuerza de la gravedad es inversamente proporcional a la distancia. Nos ponemos a observar Júpiter y sus satélites y verificamos que eso es así. No nos vale con que nos digan la velocidad de la luz: la medimos. No nos vale con que nos hablen de la evolución. Podemos reproducirla en un laboratorio estudiando bacterias.
Matemáticas y prácticas de laboratorio son las dos cosas que tienen que estar en el caldo en el que se cuece la persona que quiere convertirse en científico. El resto de condimentos son opcionales. Anatomía humana, relatividad, ecosistemas… eso son los diferentes conocimientos ya establecidos que configurarán la especialidad del científico. Conocimientos que un buen científico debería de poder cuestionar y no creer a pies juntillas sin verificar por sí mismo. En mi caso, en primero de carrera, ya me explicaron cosas que percibía como en el límite de lo que se sabe y eso es maravilloso porque percibí que quizá, algún día, yo mismo podría aportar algo, que el conocimiento científico no es algo cerrado, sino muy abierto.
Emplatado
El científico se puede emplatar de muchas y muy diversas formas: No necesariamente trabaja en algo que le va a reportar un Nobel. Muchas veces trabaja en cosas menos relevantes pero igualmente necesarias. Podemos encontrar científicos haciendo trabajo propio de un ingeniero en un área donde aún no hay una rama de la ingeniería establecida. Encontramos científicos investigando el desarrollo de nuevos productos que nos harán la vida más fácil. En algunos países se pueden encontrar científicos asesorando a políticos en las áreas en las que son expertos. Se pueden encontrar científicos trabajando en áreas científicas diferentes a las que correspondería a su formación, aportando un nuevo y productivo punto de vista.
Si encuentra un buen científico, degústelo con curiosidad. Seguro que será un plato con múltiples matices que marida estupendamente con preguntas.